miércoles, 31 de octubre de 2012

El regreso del chamán


 Planeaba realizar un comentario de este disco, pero la abrumadora rutina me estaba retrasando... 
Este periodista ha hecho un hermoso análisis de este trabajo de Edelmiro y me permito reproducirlo, con el debido respeto... un gran cariño
El guitarrista de Almendra y Color Humano sigue dando batalla en varios frentes y acaba de editar un nuevo álbum, Contacto 2012
Por José Luis Fernández  | Para LA NACION

"Larga vida al sol /Que te queda larga vida." La frase, incluida en el primer disco de Color Humano , es uno de los pasajes más memorables del rock nacional. Edelmiro Molinari, flamante ex Almendra, susurra el estribillo que David Lebón, egresado de Academias Pappo, le devuelve como eco hasta que Edelmiro rompe la ensoñación, con un solo en ese idioma tan particular, el de un Hendrix de arrabal. Cuarenta años después, el eco resuena en ambos músicos. Lebón, tras doce años de oxigenación mendocina, hace esporádicos e introspectivos shows. Menos cándido ha sido el devenir para Molinari. Tras su exilio en Los Ángeles y luego en Chile, hacia 2006 se estableció en San Luis y desde entonces afrontó dos operaciones causadas por ese mal todopoderoso, innombrable.
Pero Némesis no pudo con el viejo chamán. Su conjuro fue la música: una serie de canciones escritas a la sombra de un algarrobo puntano, que salieron a la luz en el álbum Expreso de agua santa y que alcanzan la plenitud en el flamante Contacto 2012 , que se apunta como uno de los mejores retornos del año.
"Estoy en un vértice", afirma, y de ahí en más será un placer escucharle sus ce y eses aflautadas, que le dan, licencia mediante, ese color tan humano a su música. "Las operaciones me dejaron cerca del otro lado -dice-, del ojo azul, de lo desconocido. Y al mismo tiempo veo esta realidad. Porque los humanos somos muy jodidos. Somos los peores del mundo animal. Nos matamos unos a otros por los que están en las cúpulas más poderosas, las del dinero y la religión."
La preocupación se proclama no bien arranca el disco: "Todo el que mata casi siempre usa corbata, amparado en su civilización"; pero también "si por tu causa, como hizo el Che Guevara, corre la sangre, también es destrucción".
Tampoco vale esconder la cabeza (Molinari incluso versionó dos clásicos cuyo mensaje rescata, "No pibe", de Manal, y "Adónde está la libertad", de Pappo). La respuesta surge en el tema siguiente: "Amar es hoy". "Es la única alternativa -afirma-. Es una palabra muy usada, pero amar es diferente a decir te quiero, que de alguna manera es posesivo. El amor se siente o no. Es instantáneo."
A la hora de rockear, Edelmiro muestra su vigencia en "María Argentina", que incluye un excepcional solo de guitarra, mientras "Uno por uno", con coros de Chizzo Nápoli y Uki Tolosa ("gran cantautor y juglar", elogia Molinari), es lo más parecido a una versión 2012 de Color Humano. Pero las mejores canciones son aquellas desnudas de arreglos. En "Vestidos de agua" se lo escucha solo con su guitarra, mientras "Doncellas de Dios", que surgió como una improvisación con Luis Ocampo en cajón peruano, terminó como un remix en clave norteña de "Heaven", de los Rolling Stones.
"Luis Ocampo le dio al disco la percusión que andaba buscando -cuenta-. Quería algo local, como de murga, y el tema parece algo folklórico en 5 x 4. Lo grabamos bien casero y así quedó."
Edelmiro se alegra al recibir la impresión de que su disco es atemporal. En el contexto del rock contemporáneo, resulta impensable no imaginar sus nuevas canciones como postales de bajamar; hologramas de un tiempo remoto, cuando la globalidad flotaba en la cabeza de pocos mientras en Buenos Aires el cancionero de las peñas se enriquecía con el fenómeno del rock.
"Los almendros crecimos con una visión absolutamente amplia y escuchábamos de todo: Beatles, Stones, Piazzolla, Atahualpa. Cuando nos separamos, Rodolfo y Emilio ya estaban armando Aquelarre. Luis y yo seguimos un poquito más, hicimos una experiencia llamada Tórax. Pero cada uno buscaba su destino. Entonces, lo más lindo de Almendra fueron sus frutos. Como decíamos en aquella época: no nos separamos, nos multiplicamos. De un grupo salieron tres bandas impresionantes. La admiración entre nosotros siempre siguió."
-¿Cómo encontraste ese estilo tan personal de tocar la guitarra?
-Hay dos formas de aprender. Una es sacar los solos de guitarristas que te gustan, pero así aprendés como toca otro. La otra es tocar lo que te nace. Yo escuchaba a un montón de guitarristas, pero no podía ir a buscar las mismas notas. Preferí la libertad de tirarme a la pileta. Ojo, no desmerezco lo otro, porque siempre se aprende copiando. Pappo venía y me decía [imita su voz gutural]: "Escuchá estooo". Y se reía. Había aprendido el final de un blues y lo sacaba tal cual. Era genial, ¿entendés? Terminó amalgamando eso con su propio talento".
-Siempre te ocupó la cuestión nativa, y eso parece profundizarse en temas como "Hombre de las cumbres", "Crespín" y sobre todo en "Pucará", un homenaje a los antiguos habitantes de la tierra donde hoy vivís.
-Sí. Los comechingones se alimentaban con el fruto del algarrobo, al que los españoles llamaban chingón; de ahí el nombre de la tribu. Sus características eran distintas a las de nuestra gente nativa, ya que tenían una estatura promedio de 1,80 metros y usaban barba. La vida en San Luis me tocó profundamente. Todo el material lo compuse debajo de algarrobos que tienen más de 250 años. Vos sentís que hay algo extra ahí, y está flotando en el viento.




El regreso del chamán