Ofrenda
Yo soy ese tipo que ha cometido la osadía
de creerse poeta por unos instantes
esas efímeras eternidades que me tornaron insoportable,
y excavó con desesperación en el fondo de la noche
buscando palabras desconocidas
para dárselas al mundo en una jauría de gaviotas.
El que arrojó piedras a vagones ajenos de trenes inalcanzables
que cruzaban el oxidado horizonte del desierto,
el que pateó pelotas de trapo envueltas en viejas medias
en un potrero de cardos rusos gigantes y vientos furibundos,
y corrió entre cigueñas negras y alacranes amarillos
para calmar la sed de infinito y el hambre de mujer.
El tipo que se dejó crecer la barba
y lanzó volantes rojos en el aire espeso de la ciudad
como un acto de rebeldía en medio de la derrota.
El que recorrió bares y cabarets
buscando a la hembra más puta del mundo,
y terminó durmiendo sobre las mesas
la borrachera de todos los poetas malditos de la historia.
Yo soy el pastor de ovejas descarriadas
adicto a las sombras bajo la gran luz.
El lobizón que se hizo hombre
en una noche de incontables lunas sin cielo.
Yo soy la oveja que se comió al lobo.
Yo soy ese tipo que llaman padre
el santo padre putativo corruptor de menores de espíritu
adúltero de vírgenes endemonidas exorcista de toda estupidez.
El que cura las llagas de mujeres en pena
místico sanador de seres vulnerables de corazón.
Yo soy el dador de semen, el precario proveedor de cielos.
El que camina bajo la noche en callejones oscuros
y hace discursos salvadores para un tiempo desquiciado
entre multitud de cartoneros, desterrados y borrachos que aplauden y ríen
mientras las cucarachas observan la escena desde prudente distancia.
Yo también soy el tipo
que ha cometido la estupidez de escribir este poema,
él mismo, que tiene ahora la insolencia de ofrendárselo a ustedes
como un brusco zarpazo en la voz del silencio.
El huevo de la serpiente
Trabaja de lunes a sábado durante diez horas diarias
en una empresa electrónica de Massachussets.
Por las tardes, va a buscar a sus hijos al colegio privado.
Cenan en familia a las veinte horas
y ven algún programa de actualidad
o una ingeniosa comedia antes de acostarse.
El domingo sale con su esposa
van al cine o a cenar a algún restaurante italiano.
Ese día la película era un thriller de gran repercusión
en una violenta escena
un rubio jugador de fútbol americano
viola con inusitada saña una niña negra de 17 años,
siente en su mano el estremecimiento de su esposa
y en ese momento se descubre a sí mismo
con una inesperada mueca en su rostro.
La misma que muestra
cuando sus amigos le cuentan
esas maravillosas aventuras sexuales
realizadas secretamente
en los campos de golf del country-club.
Alemania 2006
Se acerca arrastrando los pies
abre la bolsa
revisa con desgano
saca algo y come,
me mira mientras mastica
mete de nuevo la mano
recupera algo gelatinoso
se lo mete en la boca
y empieza a escupir con asco,
reputea al dueño de la bolsa
al país, al presidente, a la vagina de su hermana
a los políticos, a sus prostitutas madres
y a mí
que lo observo impotente por la ventana
justo cuando Tevez le mete un golazo a los serbios.
En el bar de la esquina
El otro día estaba en el bar de la esquina tomando una cerveza
mientras veía por enésima maravillosa vez
el gol de Maradona a los ingleses,
entonces en la mesa de al lado
alguien dijo:
- miralo a ese negro villero la guita que hizo -
- y que querés, hay que ser bruto y pegarle a una pelota para triunfar -
- y encima se floreó por el mundo con la camiseta del Che, que vergüenza! -
- otro hijo de puta ese desgraciado, menos mal que lo liquidaron -
- deberían volver los milicos - dijo otro
- si así revientan a este negro drogón, como reventaron a los terroristas -
- sí, hay que matarlo, así no habla más -.
Yo tragué el sorbo de cerveza más caliente que haya tomado en mi vida
y miré preocupado hacia el costado
pensé que había descubierto una confabulación terrorista-musulmana
o a un grupo de mercenarios despiadados preparando un asesinato
en el viejo bar de mi barrio
pero me equivoqué.
Eran cuatro señores muy elegantes de saco y corbata
con autos caros y alarmas que espantan a los que se acercan
tomando café en el bar prohibido de mi infancia.
Eran cuatro típicos burgueses argentinos
esos respetados hombres de bien
integrantes de la maravillosa clase media argentina,
ésa que nos ha diferenciado siempre, del resto de Latinoamérica.
Eran cuatro señores con cara de tipos preocupados
por los graves problemas del país
arreglando los males de nuestro pueblo.
Muchachos, esto no es un poema, ni mucho menos
esto es un grito de alarma
en el querido bar de mi barrio
hay cuatro tipos
preparando un magnicidio.
El sueño del poeta
Cuando el poeta lee
hay aplausos a rabiar
algunos histéricos abucheos inaudibles
gritos y ovaciones,
tipos enloquecidos y vítores demenciales,
y dicha sea la verdad:
el poeta no lee muy bien,
ni sus poemas son para enardecer a vastas concurrencias
y mucho menos el tipo es un poeta
tocado por la fama o los honores de sus pares.
Pero hay que reconocerlo
nobleza obliga
cuando el poeta lee
hay energúmenos contra el alambrado
dispuesto especialmente para cuidarlo
oyentes fanáticos con ojos desorbitados y manos desesperadas
golpes en las mesas y cerveza volando por el aire.
Es una bacanal romana en medio de un mundo que se cae a pedazos.
Un solo detalle colabora en esas circunstancias
en que leo mis dolientes artefactos como si fueran grandes poemas
dos elegantes señoritas muy agraciadas
o sea un par de hembras que rajan la tierra del inmenso salón
se van desnudando a medida que los espectadores
aplauden y reclaman interminables bises.
Del libro inédito: “Estúpidos mirones de televisión”
1 comentario:
Ey! recién veo esto compañero!!, gracias por tu consideración hacia esos impublicables.
Mi abrazo patagónico Luis.
aldo.-
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